El blanqueamiento y la no visibilización de personas no binarias.

Rae Gray / The Daily Dot

30 de enero de 2018

Traducción por: Xoch Rodríguez Quintero

 

Aunque estamos ante tiempos sin precedentes acerca de la visibilidad trans, con más y más personas relacionándose con personas trans y la lucha por sus derechos, la aguja no se ha movido mucho en cuanto al discurso. Las ideas de qué son las personas trans y cuáles son sus experiencias de vida están atoradas entre la entrevista donde Caitlyn Jenner salió del clóset en 2015. Ese texto no refleja la diversidad que existe dentro de las vidas trans.

La narrativa más popular sobre lo trans va más o menos así: existen dos géneros, “hombre” y “mujer”. Cada uno de elles está atade a su correspondiente sexo “masculino” o “femenino”, que está asociado con formas específicas e ideales de corporalidad. La gente trans, sin embargo, siento que nacieron “en el cuerpo equivocado”. Todas las personas trans experimentan la disforia corporal, que es una incomodidad extrema por no estar en el “cuerpo correcto”. Para rectificar esto, elles toman hormonas y buscan “cambio de sexo” para ir de mujer a hombre (un hombre trans) o de hombre a mujer (una mujer trans). Éste es su objetivo principal de todas las personas trans y la mejor manera de “arreglar sus problemas”.

Lo anterior es una historia reduccionista, sobre todo porque su intención es deshacer la complejidad de la existencia trans para la comodidad y entendimiento de las personas cisgénero. La idea prevaleciente de que lo trans está ligado por completo al sexo y al género no permite que haya un desafío ante el sistema binario y trata de homologar todas las experiencias trans en un dolor sin fin, odio propio y el deseo de entrar dentro de los estándares cis. Además, esta narrativa es incómodamente cuerpo-céntrica y que hace énfasis en una cierta fijación cis por la anatomía de les demás. Es completamente reacia y poco preparada para discutir los matices del género como distintos de los cuerpos y el sexo, para ver el género como un producto de las sociedades que habitamos y no con base en nuestra biología.

Este ejemplo de la conciencia colectiva carece de empatía e imaginación para considerar a las mujeres trans en su casa con pantalones y barba, a los hombres trans que se visten de manera femenina, a la mayoría de las personas trans que no buscan someterse a ninguna cirugía y a les que ni siquiera pensamos en la terapia hormonal afirmativa. Al querer que lo trans entre en dos categorías, se borra a aquelles que no caben en esas cajas, especialmente a las personas no binarias.

La realidad es que no todas las personas que no son cisgénero se identifican como mujer u hombre. La gente no binaria, para simplificarlo, son aquelles que no se identifican estrictamente como mujeres u hombres. Les individues NB o Enby son les que se identifican con dos o más géneros, les que tienen identidades que son fluidas y cambian con el tiempo, les que se identifican con un tercer género o con otros géneros que están fuera del paradigma hombre-mujer y aquelles que son agénero (que carecen de género).

Soy una persona morena no binaria y mujer trans. Tuve cirugía “correctiv” cuando nací, fui criade y socializade como hombre. Fue en la universidad cuando comencé a reconocer el trauma que tenía por haber sido forzade a existir de una manera. Mi cuerpo es no binario y femme a la vez y no creo que requiera hormonas o cirugía. Me veo linde con falda y guape en trajes. Soy morene, grande y gorde, no me adhiero al ideal delgado, blanco y masculino de lo andrógino. Mi género es real y válido.

Si todo esto parece confuso es porque la manera en la que pensamos el género carece de matices y a menudo se define erróneamente como algo biológicamente inherente. El género, y la masculinidad y la feminidad, son constructos culturales. Ni siquiera el sexo biológico es binario. Muchos argumentos transantagonistas buscan justificarse con el argumento “científico” de que hay un sexo masculino y otro femenino, cuando en realidad hay más configuraciones reproductivas y cromosómicas que las que se enseñan de manera simplificada en los salones de preparatoria.

A menos que consideres que una configuración de cuerpo en específico predispone a la gente al gusto por el color rosa o azul, y que ignora que lo rosa no siempre ha sido el código para lo femenino, entonces debería quedar bastante claro que el sexo biológico no obliga a las personas a adherirse a comportamientos típicamente masculinos o femeninos.

Sin embargo, en Estados Unidos enseñamos y hablamos en términos estrictamente de “hombres y mujeres”, no de gente trigénero o de género fluido, porque estas visiones binarias han sido propagadas desde la colonización. Ignoramos, o no nos damos cuenta, de que existen otras culturas con identidades no binarias de género porque son una amenaza a nuestras simplificadas normas de género. Al convenientemente olvidar que estas sociedades existieron y existen, no señalamos como el mundo occidental ha colonizado a estas personas y les ha arrebatado sus matices desde el principio.

En otras palabras, para examinar la no conformidad de género y lo queer es analizar los efectos de la colonización. Muchas culturas y naciones colonizadas por poderes occidentales tienen tradiciones alrededor de la fluidez de género y de categorías que van más allá de “hombre y mujer”. India, que es el país donde mi familia ha vivido por generaciones, tiene historia sobre lo ‘hijra’ como un tercer género. Les natives americanes han reconocido cinco roles. En Nigeria, existen términos como ‘nyahikwa’ y ‘ekwe’ para referirse a las personas que no se adhieren a los roles tradicionales de género. Les filipines han reconocido lo ‘bakla’ como una categoría de género no binario. Les hawaiianes natives, cuya tierra fue robada por los estadounidenses, tienen un tercer género o ser llamado ‘mahu’.

Estas historias, culturas y tradiciones han sido violentamente borradas y olvidadas debido a la colonización; han sido apartadas a favor de la instalación de las nociones puritanas y cristianas sobre el sexo y género. Para muchas personas de color, hay un reconocimiento incómodo de cómo debemos relacionarnos con nuestros géneros a través de conceptos y lenguas codificadas por nuestros opresores.

Nadie piensa en lo complicado que nos resulta tener un sentimiento auténtico de identidad en culturas donde nuestras tradiciones de género han sido reprimidas y olvidadas. Este proceso puede ser confuso para las personas cisgénero, pero para nosotres es doloroso, tanto por el trauma que representa lidiar con esto y la violencia que se gesta cuando nos atrevemos a ser nosotres mismes.

Pero mi existencia no va a ser definida por los pocos temas estrechos con los que el mundo occidental se siente cómodo. La ciencia, la historia y la antropología respaldan la existencia de personas no binarias. El deseo cis de que consiste en justificarme una y otra y otra vez es agotador y, en este punto, innecesario.

La conversación debe avanzar si queremos tener cualquier clase de progreso para los derechos trans.

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  1. Newsletter 55: LGBT – Marianaliru

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